martes, 13 de diciembre de 2016

Balance de Fin de Año 2016.

El balance se encuentra en un lugar oscuro, indefinido, nebuloso, esta ubicado entre el anhelo de lucha y la frustración paralizante de palpar las realidades de nuestra sociedad.

Luego de unos meses accionando en política, luchando en favor de mi pueblo, debo confesar que la chispa motivadora inicial que me llevó a soñar con grandes cambios a favor de nuestra sociedad, hoy está disminuida y apagada.

El balance no es negativo o positivo, simplemente, no hay balance. Creí que para lograr algunos cambios, bastaba con ponerme del lado de los buenos. 

Que sólo era necesario luchar, manteniendo la integridad, desinterés personal y ejercer con dignidad Bochista la maravillosa ciencia de la política. 

En un supuesto régimen democrático y de derecho pensé ingenuamente que sólo bastaba con la buena intención, el amor por mi nación, una fe y valores inquebrantables. 

Creí que al ser una ciudadana no contaminada con el sistema político actual, al carecer de ambiciones materiales mas allá de cubrir las necesidades básicas, era suficiente para iniciar una lucha justa o lograr un ejercicio digno de servicio a mi pueblo. 

Los anhelos ciudadanos, las inquietudes de lucha canalizadas activando en política y en defensa de los intereses de nuestro pueblo, parece una noble aspiración, sin embargo cada día que paso intentando acciones que conecten con nuestra sociedad, se genera un resultado que debilita la pasión inicial que generan las injusticias del sistema que dirige nuestra sociedad. 

En medio de la desigualdad social, los absurdos descaros, la falta de instituciones fuertes, la impunidad, la burla constante y la explotación de un pueblo, con mucho pesar observo como la ignorancia cosecha la indiferencia. 

Lo que genera ese desánimo es la respuesta generalizada del pueblo dominicano, digna de análisis. La apatía de una sociedad que se debate entre el silencio cómplice y la queja sin propósito. 

Por un lado he visto una lista interminable de información diagnóstica, de una nación donde casi todos sus problemas a nivel institucional público y privado están identificados. 

Con muchas posibles soluciones que se les anteponen continuamente los intereses de los grupos dominantes que forman lo que yo he llamado sin mucha originalidad "el sistema".

Todas las estructuras de poder en RD, buscan continuar concentrando los recursos en torno un círculo privilegiado y minúsculo de ciudadanos que por cosas del destino fueron beneficiarios desde la fundación de esta media isla y hasta el día de hoy de la famosa acumulación originaria. 

Esta casta continúa reciclando las riquezas que pertenecían a nuestro pueblo con la complicidad de la clase política dominicana que le sirve cual bufón y títere o chivo expiatorio por excelencia. 

Esa clase política que surge del pueblo en principio y en el camino de su lucha, de nobles iniciativas son comprados, anestesiados o maleados para poner sus talentos al servicio de "el sistema". 
Me pregunto si vale la pena continuar nadando contra corriente, luchando en medio de las precariedades o carencias sin limite para mantener una dignidad que esta sociedad no valora ni aquilata. Una sociedad que solo aprecia a quien tiene éxito económico, no importa mucho el costo moral que tubo que pagar esta persona, cuando de esa riqueza inexplicable deja caer migajas de la abundancia que extrae o que le roba a ese mismo pueblo que oprime, en un circulo vicioso interminable, enorme y mezquino. 

Quien pagará el precio de morir con honor y mientras tanto vivir con dolor?

"El sistema" ha logrado cambiar nuestra escala de valores, la sociedad evalúa a las personas y determinan su valor por lo que tienen y no por lo que son, piensan, hacen o representan. 

Tristemente estamos luchando solos contra "el sistema" no solo yo, si no algunos que están igual de locos, que no queremos dejarnos doblar o comprar, unos cuantos que somos vistos como perdedores aferrados a ideales y valores que a nadie le parecen relevantes porque creen que todo está perdido. 

De momento continúo negada a ser parte de "el sistema" prefiero parecerme al presunto fracasado Juan Bosch, al presunto soñador Juan Pablo Duarte y parecerme a muchos otros calificados también como perdedores porque al final del camino murieron pobres. 

Soñadores idealistas que les quedaron grandes a esta sociedad y al pueblo que intentaron redimir inútilmente tratando de salvarlos de sí mismos. 

Quedan Quijotes, quedan molinos, queda los sueños, quedan motivos. 

Mencía Ortíz

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